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Yo también voy a emprender

 

 

Queridos amigos,

Acabo de recibir el mail en el que anunciáis un número dedicado a los emprendedores. Os agradezco mucho que penséis en nosotros en estos momentos difíciles, en los que dar un paso cuesta mucho más que hace un par de años, pero curiosamente parece también ser el momento idóneo para hacerlo.

Yo he trabajado como editora de libros de autoayuda en grandes editoriales durante casi toda mi vida profesional. He estado 13 años leyendo, seleccionando y valorando libros de autoayuda, salud natural, psicología y empresa; conociendo a los autores, visitando año tras año la feria del libro de Frankfurt a la búsqueda del nuevo bestseller, creando proyectos nuevos y buscando los autores ideales para realizarlos… El sueño de toda mi vida. He sido muy feliz haciendo este trabajo y siempre estaré agradecida a las personas que me ayudaron a llegar hasta allí.

Hace ahora tres años tuve a mi hija, Sara. Esto fue todo un cambio para mí. El trabajo en una editorial requiere estar al 100%. No puedes dejar pasar nada, ni perderte nada. Tu cabeza debe estar centrada en ello todos los días de la semana. Llegaba a casa agotada, corriendo para poder prepararle la cena a mi hija y ponerla a dormir. Me sentía mal. Salía de la oficina a la hora en punto y tenía la sensación de estar traicionando a los compañeros que se quedaban hasta dos o tres horas más para hacer frente a la gran cantidad de trabajo. Tenía la sensación de no estar dando la talla ni en casa ni en el trabajo.

Tenía un humor de perros. Cuando llegaba a casa solía pelearme con mi compañero por la cantidad de cosas que había que hacer aún: lavar la ropa, organizar las comidas del día siguiente… La inestimable ayuda de mi madre y mi suegra llegó a convertirse en una pesadilla: a la menor ocasión me decían lo que estaba haciendo mal y me daban consejos –con muy buenas intenciones- sobre cómo debía organizar la vida en mi casa o sobre cómo educar a mi hija. Esto me enfermaba.

La situación se volvió insostenible. Creo que llegué a tocar fondo. Mi problema era que no quería reconocer que no podía con todo. Estaba segura de que los demás no lo iban a entender. Sentía la necesidad de demostrar que yo también soy “superwoman”, como algunas compañeras de trabajo que cumplen con sus obligaciones teniendo dos niños en casa. Yo no podía ser menos que ellas.

Uno de los problemas añadidos era que, debido a mi posición en la editorial, mis ingresos eran muy buenos, y la economía familiar dependía casi al 80% de mí. ¿Cómo podía dejar de trabajar?

Todos mis miedos y mis autorreproches hicieron que las personas de mi entorno familiar empezasen a darse cuenta de que yo no estaba bien. Un día, entre lágrimas, le confesé a mi compañero que no me veía con fuerzas para continuar, que si seguía así estaba segura de que iba a caer enferma. Él es una persona muy positiva y, si ve un problema, disimula. Así que me dijo sin dudarlo: «Deja de trabajar, ya nos apañaremos.» Yo no me lo podía creer. Yo hacía cálculos mentales sobre el dinero que necesitaríamos para sobrevivir y él respondía tan tranquilamente que “ya nos apañaríamos”.

Sin embargo, sus palabras fueron para mí un ofrecimiento. Aunque yo no lo acabara de entender ni de ver claro, me di cuenta de que podía haber otras formas de mirar el problema. Y confié en él.

Lo siguiente fue contárselo a la familia. También tenía mucho miedo sobre qué me dirían cuando supieran que iba a dejar ese trabajo tan bueno y tan bien pagado. Pero mi sorpresa fue mayúscula cuando, al explicarlo, todos me decían: “Claro, es lo que tienes que hacer”. Como si fuera lo más normal del mundo.

Así que di el último paso y fui a contarle mi decisión a mi jefe. Cuando le dije que había llegado al límite y que no podía continuar me respondió: “Estaba esperando que entrases por esa puerta y me dijeses lo que me estás diciendo ahora.”

De manera que, lo que todo el mundo veía tan claro, yo era incapaz de vislumbrarlo debido a mis miedos y mi autocrítica. Por suerte, estaba rodeada de personas que me querían.

Entonces todo cambió. Mi jefe me propuso que siguiera haciendo algunos trabajos en casa, con lo cual los ingresos no desaparecían del todo. Pronto empecé a tener ideas y ofrecerlas a varias editoriales que me compraron algunos proyectos. Esto me proporcionó unos ingresos mejores aún de los que tenía cuando cobraba un sueldo fijo. Y lo mejor vino cuando algunos autores con los que había colaborado me preguntaron si, ahora que tenía tiempo libre, me podía interesar representarles en el mundo editorial. Esto fue no solo una caricia maravillosa y una gran muestra de amor, sino que además me abrió la puerta para emprender el proyecto que ahora estoy poniendo en marcha.

Estoy creando una agencia literaria especializada en libros de autoayuda, psicología, salud y espiritualidad. Su nombre es ZARANA AGENCIA LITERARIA, y pronto estrenaré mi web. Ya estoy representando los derechos de autores como Antoni Bolinches, Ferran Ramon-Cortés o Mary D’Souza para España y el resto del mundo. No es un momento fácil, ya que vivimos una crisis importante en el sector editorial, pero estoy trabajando con mucha ilusión y muchas ganas. Es un proyecto al que me han conducido mis pasos casi sin darme cuenta, pero al pensarlo racionalmente también reconozco que es el lugar donde mejor puedo aportar mi experiencia y todos mis años de trabajo en el mundo editorial.

A veces, los cambios nos remueven y nos cuestionan la vida que llevamos. Son momentos difíciles, pero siempre tenemos que escucharnos y no cerrar los ojos ante lo que estamos sintiendo. Siempre, siempre aprenderemos algo y podremos mejorar nuestra vida. Y siempre, siempre, hay que escuchar a las personas que nos quieren.

Besos,



Marta Sevilla
Tresmall 6, 4º 1ª
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